domingo, 20 de junio de 2010

Otoño


Se va para nunca mas volver, al menos en lo que respecta al dos mil diez. El solsticio de invierno marca la diferencia, el fin, y en ciertos lugares su presencia es inevitable, arrolladora.
Los escritores, muchos de ellos, asocian el invierno con la vejez. El romanticismo acecha y quien no se imagina las últimas horas caminando en dulce y serena compañía por alguna playa desierta, sonrisa reseca, arrugada en los labios, al saber que ya se cumplieron varias cuentas pendientes.
Termina el otoño y los diseñadores textiles se frotan una sola mano ( tal vez se la metan en el bolsillo) al hacer las cuentas de lo que les queda por vender en esta temporada. Los poetas se inspiran y rompen y vuelven a llenar hojas dedicadas a la estación sublime. Los operadores turísticos que venden paquetes a , digamos, Bariloche, Chapelco o Mar de Ajó ya piensan en el verano de Punta del Este. Los barrenderos bufan ante el trabajo acumulado. Y yo? Yo que en este mismísimo instante no tengo nada mejor que hacer, enciendo la estufa, recibo con cierta nostalgia al invierno, me siento, escribo, cuelgo una foto que saqué hace poco y le dedico este pequeño post.

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