domingo, 3 de octubre de 2010

Rhodesia


Pocas cosas en esta vida de traqueteos incesantes me recuerdan tanto a mi infancia como ese rectángulo cubierto de chocolate negro. O marrón, mejor dicho. Marrón como la piel de la gente del país del mismo nombre que la golosina, hoy Zambia y Zimbawe, lugares que en mí época de periodista free lance tuve la oportunidad de conocer. Recuerdo aquel otoño de baja temporada turística que salíamos de safari en el medio de una oscura y fría madrugada para encontrarnos apenas clareaba con animales aburridos de ver siempre lo mismo : humanos armados hasta los dientes con filmadoras y cámaras de fotos. África. Pero este es un dato aparte que tocaré tal vez mas tarde, en algún otro post. Lo que recuerdo e importa ahora es una infancia ya lejana que siempre, es inevitable, acorta las distancias con el presente apenas siento el sabor divino embelesando mi paladar. Un paladar que cada día que pasa, todo hay que decirlo, se empeña en ser un poco mas exigente. Así y todo esa masa pastosa y leve de limón con chocolate que apenas un segundo atrás era crujiente, funciona como una brújula en mi estómago, aunque me ponga impaciente y lo tilde de torpe. Allí dentro me dice que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. Ok, eso lo sabemos todos. Pero ella sigue igual, diciéndome también lo mismo que me decía a los ocho , a los quince, a los veinte años, marcando siempre una dirección que señala que la vida es una sola y mientras mas amable y sencilla mejor.
Pienso que pasaría si tuviese que hacer un viaje por encargo a , pongámosle, y ya que puedo elegir, la Polinesia y en el medio del trayecto debido a un incendio o a, que se yo, una amenaza de bomba ejecutada a los gritos por un terrorista pakistaní no me quedase otro remedio que abandonar (en el medio del Pacífico, ya localizada la isla desierta, mi futuro hogar) la nave con urgencia debido a la excusa que ustedes quieran imaginar. Visualizo al capitán diciéndome( suponiendo que viaje en Aerolíneas Argentinas, aunque lo dudo) : “ Flaco, mirá, la cosa es así: te puedo dar agua y un solo alimento para dos días, tenés que elegir cual querés”. Preguntaría y al escuchar una de las respuestas me alegraría, sería un gran consuelo en medio de todo el pandemonium. Momentos mas tarde, en el aire, rogando que por favor se abra el paracaídas, sostendría con una mano un bidón de agua y con la otra, orgulloso y sin que me tiemble un dedo, yes, adivinaron, una caja llena de Rhodesias.

4 comentarios:

  1. Anónimo19:20:00

    Gran blog Nicolás, Felicitaciones!

    JJ

    ResponderEliminar
  2. Nicolas, me dejaste un comentario en el blog de Cadaveres Exquisitos hace poco?

    ResponderEliminar
  3. No, no dejé ningún comentario en tu blog. Gracias por pasar.

    ResponderEliminar
  4. Está muy bueno Nicolássssss! Me leí todo! =D Beso grande!

    ResponderEliminar