domingo, 20 de junio de 2010

Otoño


Se va para nunca mas volver, al menos en lo que respecta al dos mil diez. El solsticio de invierno marca la diferencia, el fin, y en ciertos lugares su presencia es inevitable, arrolladora.
Los escritores, muchos de ellos, asocian el invierno con la vejez. El romanticismo acecha y quien no se imagina las últimas horas caminando en dulce y serena compañía por alguna playa desierta, sonrisa reseca, arrugada en los labios, al saber que ya se cumplieron varias cuentas pendientes.
Termina el otoño y los diseñadores textiles se frotan una sola mano ( tal vez se la metan en el bolsillo) al hacer las cuentas de lo que les queda por vender en esta temporada. Los poetas se inspiran y rompen y vuelven a llenar hojas dedicadas a la estación sublime. Los operadores turísticos que venden paquetes a , digamos, Bariloche, Chapelco o Mar de Ajó ya piensan en el verano de Punta del Este. Los barrenderos bufan ante el trabajo acumulado. Y yo? Yo que en este mismísimo instante no tengo nada mejor que hacer, enciendo la estufa, recibo con cierta nostalgia al invierno, me siento, escribo, cuelgo una foto que saqué hace poco y le dedico este pequeño post.

lunes, 14 de junio de 2010

Money


Que carucha, no? Así, al voleo, parece un rockero viejo, uno de los menos conocidos de alguna banda como, pongámosle, “Vox Dei”. Pero no, es Mister Franklin, hombre prolífico que cultivó varias artes y ciencias, decimoquinto de un total de diecisiete hermanos. Me imagino que él nunca se imaginó que iba a ser uno de los rostros que mas circulación tienen en el mundo actual. Si estuviese vivo, deliro, probablemente se hubiese asesorado con alguna buena agencia de publicidad para pedir algún tipo de cometa por uso y abuso de imagen. Y el tipo no es feo, bah, al menos no tiene cara de malo. Sin embargo está asociado con algo maldito, sucio, asesino, traidor, mentiroso…y necesario.
Dinero. Vivimos, e incluso muchas veces morimos, para conseguirlo. Nos desvivimos, nos enfermamos, nos sometemos y, ay, nos alegramos cuando lo obtenemos. Me gusta tener siempre algún billete de grueso calibre en el bolsillo pero, para serles sincero, no me deprimo demasiado si llevo nada mas que un par de monedas.Me siento liviano, tranquilo hasta que, realitas obliga, suspiro al darme cuenta que ese par de monedas no me van a servir de nada a la hora de pagar la cuenta del supermercado. Desvivirse, enfermarse, someterse y,en fin, alegrarse cuando se obtiene y se vuelve a casita con las bolsas cargadas. Un círculo vicioso. Vicio asqueroso?
Que sería del mundo sin el dinero? Se argumenta con simpleza que su existencia se justifica para evitar las ineficiencias del trueque ( uno puede necesitar algo pero el otro no) y el ser humano, cuando no, es un animal de costumbres. Que pasaría si desapareciese durante un tiempo de nuestras vidas? Nadie, me imagino, quiere volver a la edad de piedra, pongamos por caso pero, sobre todo en momentos de máximo stress, el altermundismo e ideologías adyacentes se presentan en el horizonte como utopías plausibles. Y uno, tenso, temeroso, influenciado, sueña con romper con un ladrillo extra large la vidriera de alguna ostentosa multinacional. O, ya en plena vigilia, desesperados, nos da vueltas y vueltas( no me digan que a ustedes no) la idea de robar con la careta de Batman algún banco repleto de brillantes, salvadores y sólidos lingotes de oro. Pero, burgueses como somos, terminamos conformándonos con un buen sillón y la lectura y la relectura de los ensayos de Chomsky, de Arundhati Roy ( amén de su best seller, ganador del Booker Prize, el cual recomiendo sin titubear), por citar a un par de mentes inquietas comprometidas con este tema de alcance global.
Guita, money,mosca, biyuta, morlacos y luquitas, rupias, euros y parné, canta Cadicamo.Billetes, monedas, cheques, acciones pueblan nuestros sueños y pesadillas en las que la plusvalía somete a gran parte de la humanidad. Así estamos. Así somos. Y por casa, como andamos? El oro y la plata conservan sus propiedades a pesar del paso del tiempo pero el peso argentino, me imagino, se debe sentir como alguien que envejece rápidamente y se pudre en el trayecto mientras mira a los otros, el dólar, el euro, como si fuesen un trémulo retrato de Dorian Gray.
Dinero, que levante la mano bien alto el que puede vivir sin dinero.

domingo, 13 de junio de 2010

El Loco


Un desdoblamiento. Dos socias calvas intentando ponerse de acuerdo. La proyección de uno. Dos mellizos con distinto look. Las caras de una misma moneda. Una pareja enamorada. Metáforas. El fondo es la nieve, una pared pintada de blanco, la nada, el mero papel ideal para manchar con acuarelas. Uno a veces piensa, y habla, mueren y nacen sonidos, algo que espanta o libera. Y a que lugar del alma puede llegar ese mensaje? Pienso en barreras, en puentes. Suspiro.
Hace algunos dias me preguntaron, via e-mail, desde que edad dibujaba. Contesté casi sin dudar que desde los cinco o seis años. Dibujaba partidos multitudinarios de futbol mientras soñaba con una foto junto al Loco Hugo Orlando. Me pregunto que estará haciendo mi arquero favorito en este momento, extrañará las bermudas? Pensará seguido en Cassius Clay? Mientras cursaba una materia en el ciclo básico de Diseño Gráfico (que luego abandoné por Psicología, que luego abandoné por Ciencias de la Comunicación, que luego casi abandoné por el Conservatorio de Música) me pidieron que dibujase en una hoja de considerable tamaño el momento que mas me hubiese gustado vivir en mi vida. Apenas puse manos a la obra gasté varias noches y amaneceres dibujándolo al Loco, a mi al lado de él, a los fotógrafos de “El Gráfico” inmortalizando el momento y a la cancha de Boca repleta, llena de gente. Era un domingo que siempre imaginé soleado, con el olor del río y del barrio, y en una casilla chiquita, en la bandeja mas baja, se lo podía ver pintado al Gordo Muñoz. Me pusieron una buena nota. Se notaba el esfuerzo. Sin embargo, años mas tarde, volví una y otra vez a La Bombonera y me encontré, fin de semana tras fin de semana, bajo el arco azul y oro, con un ejército de marmotas que perfectamente podrían haber sido suplantados por un solo manco, e incluso un ciego. Me desilusioné y por un momento, un solo momento del cual todavía me arrepiento, pensé en asociarme al club River Plate. Pasión por el cuadro con que uno nació y se crió, dirán ustedes. Puede ser. Hoy veo los colores de Boca y todavía me emociono, pero ya dejé de ir a la cancha.